viernes, 29 de julio de 2011

LICENCIADOS EN NATACIÓN Gabriel Zaid


¿Para qué sirve un título universitario?
Para no empezar desde abajo.


En las viejas tradiciones gremiales, los grandes artistas, artesanos y maestros empezaban como aprendices: desde abajo. Se aprendía haciendo: ayudándole a un maestro en el oficio. Y se recibía el titulo de maestro cuando en la práctica ya se había alcanzado esa categoría, lo cual demostraba haciendo una obra maestra.

En cambio, un licenciado en administración recibe el titulo, no cuando en la práctica demuestra que ya sabe administración, sino cuando demuestra que tiene un barniz teórico sobre administración. Barniz que ha recibido muchas veces de personas sin experiencia administrativa. Claro que, si tiene suerte y logra trabajar con alguien que si sabe, puede volverse de hecho un aprendiz de ejecutivo en condiciones privilegiadas.  ¿Para qué fue, entonces, el título? Para tener desde el principio oportunidades exclusivas para universitarios, que nunca tendrán los otros. Para entrar por arriba al mundo del trabajo.

Durante mucho tiempo, los administradores coloniales del imperio británico se prepararon estudiando latín y griego, leyendo a los clásicos, cultivándose. ¿Qué tenia esto que ver con la administración?

Nada. En muchos otros campos, no es raro ver que una persona que estudió una cosa se dedique a otra, y que lo haga bien. ¿Cómo puede ser? Porque se aprende en la práctica: el barniz teórico de administración, el estudio de los clásicos o el estudio  de otra cosa no enseñan a administrar. Lo que enseña es la práctica, sobre todo al lado de un gran administrador.

Hay mucha gente sin título que sabe más que un titulado. La verdadera función de un título no es distinguir a los que saben, sino a los que pueden empezar a aprender en condiciones privilegiadas. Se necesita un título para disponer de la fe de los otros, de las relaciones, de los contactos, de la información confidencial, de los lugares, de las prerrogativas, que permiten empezar a ejercer, echar malas y aprender. Un título es una patente de corso para cobrar por aprender.

Los hijos de las grandes familias (aristocrática, burocráticas, industriales) no necesitaban títulos académicos para heredar privilegios, ni educación superior para ejercerlos. Se volvían aristócratas, funcionarios, industriales, en la práctica, a la cual tenían acceso por la familia.  En este sentido, eran como los aprendices de un gremio. Pero si tenían tiempo, el dinero, la afición de cultivarse estudiando música, matemáticas, latín o griego, antes de hacerse cargo,¿qué mejor manera de pasar el tiempo, mientras les llegaba su turno?


La cosa cambió cuando se empezó a suponer que la educación superior, en vez de ser una forma de cultivarse, era el aprendizaje necesario para hacerse cargo de una posición privilegiada.  Los títulos se volvieron credenciales trepadoras. La Educación se degradó.  Estudiar matemáticas, piano o griego puede ser una práctica ociosa, pero es una práctica de interés por si misma, como jugar o nadar. Se aprende álgebra, se lee a los clásicos o se aprende a nadar o se aprende plomería: practicando. En cambio, estudiar administración (y muchas otras cosas que hoy se llaman educación superior) es como encerrarse cinco años en un salón de clases para estudiar natación: es aburrido, más ocioso y menos práctico que leer a los clásicos. Y tampoco tiene que ver: es un barniz teórico de natación, algo muy distinto de nadar. Se justifica porque sirve para  sacar el titulo de licenciado en natación y tener si la oportunidad de echarse al agua en las albercas privilegiadas, donde se excluye a los que no tienen titulo.

Los hijos de las grandes familias aprenden a nadar en su casa, con titulo o sin titulo, aunque se va volviendo obligación que también ellos lo saquen. Los demás aprenden cuando sacan el titulo y les dan la oportunidad de echarse al agua. Los títulos son un mecanismo de selección de trepadores; para decidir quiénes tienen derecho a aprender arriba, aunque no tengan sangre azul.

Desde este punto de vista, son un mecanismo presuntamente democrático de asignación de privilegios.  Teóricamente, cualquiera que esté dispuesto a perder cinco años de su vida en un salón de clases estudiando natación gana el derecho de aprender a nadar después de sacar el titulo. Pero no hay cupo para todos en las albercas privilegiadas.¿Qué hacer cuando millones de personas quieren empezar por arriba? Una salida fácil, que no sirve de mucho, es aumentar los requisitos: exigir un doctorado en natación, antes de echarse al agua. Por muchos requisitos que se inventen, se llega a una situación demagógica: vender sobrecupo, ofrecer oportunidades que no existen.

El costo social es inmenso, la frustración es horrible, pero en México suena feo decir: No hay manera de conseguir un buen plomero. Vas a mojarte mejor, a divertirte más y a ganar más siendo  un gran plomero que estudiando la licenciatura en natación.  Lo bonito es decir: Aspira a lo máximo, prepárate, saca el doctorado en natación y consíguete un buen pollero para que cruces el Río Bravo, por arriba y sin mojarte.



Revista Entorno Laboral · 1046
29 de noviembre de 1999.
Pp. 12-13.

Revista Contenido.


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